Esperamos que disfruten con ellas
GUERRERA
Sucedió hace
un par de meses, en la mañana de un mustio y helador día de otoño. A una hora
temprana y todavía oscura, Pilar, profesora en un instituto del barrio de
Guinardó, en Barcelona, llegó a su trabajo e intentó entrar con su coche al aparcamiento del centro. Delante
de la puerta corredera había una anciana.
-¿Trabaja
usted aquí?- preguntó la mujer.
La profesora
contestó que sí, y entonces la señora aguardó a que a que aparcara. Luego se
acercó a Pilar y le dijo tímidamente lo que estaba buscando:
-He venido a
la escuela porque me gustaría aprender a escribir.
Llevaba
desde las ocho de la mañana pegada a la puerta a la espera de poder hablar con
alguien.La mujer tiene 82 años, se llama Mari y reside en un hogar tutelado de ancianos. Ahora Pilar va a su casa cuando puede y le da clases. A ella y a otras dos amigas de su edad que se han sumado. No sé nada de la vida de Mari, pero me imagino que no ha debido de ser nada fácil. Ninguna vida lo es, pero si llegas a los 82 años sin saber escribir, y probablemente leyendo fatal, entonces es que has sido especialmente pobre, especialmente marginada y desposeída, porque el primer derecho y la primera riqueza es la cultura.
ROSA MONTERO
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