EL TIEMPO, ESE GRAN REGALO
En la Navidad parece que estamos un poco más cerca los unos de los otros. El hogar recobra su condición primitiva de lugar del afecto, del encuentro y de la intimidad. O por lo menos lo intentamos, aunque sabemos que para ello no bastan los turrones, las luces del árbol y el belén. No es fácil conseguirlo, atrapados como estamos todos, hombres y mujeres, por las prisas, el consumo y el cansancio. Y sin embargo...
Y sin embargo las fiestas de navidad y de año nuevo esconden un tesoro: tiempo. Y el tiempo es un regalo precioso que hay que saber usar. Lo que los niños más desean es que estemos con y para ellos, con tiempo, dispuestos a escucharlos y a tomarlos en serio. Luego ya jugarán a sus cosas, y se esconderán de nuestra mirada. Pero lo harán sabedores de que les queremos y de que cuentan con nosotros si nos necesitan. Para ellos somos unos gigantes apresurados, unos seres a los que ven poco y en condiciones escasamente propicias para la palabra y para la expresión del afecto.
De modo que el mejor de los regalos de navidad, además de los inevitables juguetes televisivos, es el del tiempo. Hay un tiempo para cada cosa: tiempo para compartir, tiempo para escuchar, tiempo para hablar, tiempo para leer juntos. Para todas las edades, desde el frágil bebé hasta el anguloso adolescente, la palabra es un regalo. Un obsequio barato pero dotado de una enorme capacidad educadora y comunicadora.
Los libros son cajas mágicas en las que las palabras aguardan calladamente una voz que las revive. Por eso es bueno leer cuentos a los hijos, nietos, sobrinos en voz alta. Y las vacaciones son fechas propicias para ello. Ellos y ellas lo recordarán como el mejor de los tiempos y el mejor de los regalos.
En la Navidad parece que estamos un poco más cerca los unos de los otros. El hogar recobra su condición primitiva de lugar del afecto, del encuentro y de la intimidad. O por lo menos lo intentamos, aunque sabemos que para ello no bastan los turrones, las luces del árbol y el belén. No es fácil conseguirlo, atrapados como estamos todos, hombres y mujeres, por las prisas, el consumo y el cansancio. Y sin embargo...
Y sin embargo las fiestas de navidad y de año nuevo esconden un tesoro: tiempo. Y el tiempo es un regalo precioso que hay que saber usar. Lo que los niños más desean es que estemos con y para ellos, con tiempo, dispuestos a escucharlos y a tomarlos en serio. Luego ya jugarán a sus cosas, y se esconderán de nuestra mirada. Pero lo harán sabedores de que les queremos y de que cuentan con nosotros si nos necesitan. Para ellos somos unos gigantes apresurados, unos seres a los que ven poco y en condiciones escasamente propicias para la palabra y para la expresión del afecto.
De modo que el mejor de los regalos de navidad, además de los inevitables juguetes televisivos, es el del tiempo. Hay un tiempo para cada cosa: tiempo para compartir, tiempo para escuchar, tiempo para hablar, tiempo para leer juntos. Para todas las edades, desde el frágil bebé hasta el anguloso adolescente, la palabra es un regalo. Un obsequio barato pero dotado de una enorme capacidad educadora y comunicadora.
Los libros son cajas mágicas en las que las palabras aguardan calladamente una voz que las revive. Por eso es bueno leer cuentos a los hijos, nietos, sobrinos en voz alta. Y las vacaciones son fechas propicias para ello. Ellos y ellas lo recordarán como el mejor de los tiempos y el mejor de los regalos.
Victoria Fernández
Ideas SOL . Servicio de orientación de lectura
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